En
esta sociedad de cambios e innovaciones permanentes, es necesario que el
educador asuma el rol protagónico que le corresponde, generando estas transformaciones en el
contexto sociohistórico y cultural en el cual desarrolla su acción pedagógica,
en función de lograr una educación integral de niños y jóvenes. Tanto las
instituciones educativas como los docentes, adquieren un nivel de
responsabilidad bastante grande frente a la sociedad, puesto que la formación
de los ciudadanos debe ser un compromiso y un desafío de todos y por todos. Es
por ello que las escuelas como parte del contexto social en crisis, tiene la ineludible
tarea de formar hombres y mujeres que sean capaces de amar, de buscar la
verdad, de actuar y pensar con rectitud, de trabajar por la paz, entre otros
valores.
De
acuerdo a Torres (2000), el desafío docente es mención de rigor en todo informe
sobre la educación y reconocido una y otra vez como el flaco más débil de los
sucesivos intentos de reforma. También
cabe agregar, que en estos tiempos se habla del sujeto docente como elemento
transformador. Martínez (2006) define al
maestro sujeto político como: Aquel que es capaz de acciones políticas, con
capacidad de agenciar y construir saberes y sujetos autónomos… con voluntad y
arriesgo para intervenir en las decisiones sobre lo educativo y la política
educativa en los ámbitos de su interacción inmediata: institución, contexto
local, regional o nacional.
En
referencia a la cita anterior, para lograr avanzar hacia el sujeto docente, se
debe desarrollar un perfil profesional
basado en competencias, que como lo explica Torres (2000) implica
desafíos y tareas tanto para el Estado y la sociedad, como para las organizaciones
docentes y los docentes individualmente, debido a que deben ajustarse a las
necesidades y posibilidades del contexto y de los avances tecnológicos.
Igualmente Torres (2000) menciona que para que una reforma no sea un evento
esporádico, se debe incorporar la participación, la consulta y la concertación
social como ingredientes esenciales.
Por consiguiente,
el Estado debe trabajar más en formar el docente político y no el politiquero,
instaurar la libertad de pensamiento y no impulsar camisas de fuerza
ideológicas, cuidar que desde el comienzo de la educación, se forme en valores
y principios éticos y no que se promuevan estudiantes de grado en grado y de
año en año sin tener las competencias cognitivas, procedimentales y
actitudinales; con habilidad para adaptarse a las normativas institucionales y
de la sociedad en general, convirtiéndose en un individuo sujeto de derechos y
deberes.
De
manera que es necesario que, el docente de la actualidad, tenga bien definido
cual es el papel que debe asumir, para lograr una verdadera transformación
educativa, donde consiga que las y los estudiantes adquieran una educación para
la vida. Para tal efecto, un docente con buen perfil es innovador, creativo,
orientador, solidario, cooperativo, pertinente, objetivo, creador, comprometido
con el proyecto educativo de un país que se quiere construir; comprometido en
generar la interacción entre las comunidades, es allí donde se da la
interacción familia, escuela y comunidad, entes gubernamentales e instituciones
educativas. Un Personal egresado con estudios técnicos o superiores en
educación, que estén preparados pedagógicamente y formados en valores y ética
educativa que su deber sea hacer, haciendo, crear, creando.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Torres, R.M. (2000). De agentes de
la reforma a sujetos del cambio: la encrucijada docente en América Latina. Perspectivas,
Vol. XXX, N° 2 (N° 114), Junio 2000, UNESCO, Ginebra.
Disponible: http://www.oei.es/docentes/articulos/agentes_de_reforma_sujetos_cambio_torres.pdf.
[Consulta: 2015, julio 24]
Martínez, M
(2006). La figura del maestro como sujeto político: el lugar de los colectivos
y redes pedagógicas en su agenciamiento. Disponible: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=35603305.
[Consulta:
2015, julio 24]